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El maíz es más que un patrimonio, es parte de la naturaleza física y espiritual de América, llevada al resto del mundo.

Para muchas culturas, es el ancestro mismo.

Por eso este blog queda dedicado a todo lo que pueda reunir, entender y compartir del maíz, ahora y en el pasado.


miércoles, 25 de junio de 2014

La cultura Paquimé


En el estado de Chihuahua, en la margen occidental del río Casas Grandes, al sur de la población del mismo nombre, se encuentra Paquimé, asentamiento prehispánico descrito por los cronistas españoles como una “gran ciudad [con] edificios que semejaban haberse construido por los antiguos romanos... había casas de gran tamaño, fuertes y altas [de hasta] seis o siete pisos de altura... con torres y muros como fortalezas para protección y defensa en contra de enemigos que sin duda asediaron a sus habitantes”.

La soberanía territorial de Paquimé dependía fundamentalmente de los recursos naturales que brindaba su entorno. Así, obtenía la sal de las áreas del desierto de dunas de Samalayuca, que constituía su límite de influencia hacia el este; del oeste, de las costas del océano Pacífico, provenía la concha para el comercio; hacia el norte estaban las minas de cobre de la región del río Gila, y hacia el sur el río Papigochi. Así, el término Paquimé, que en lengua náhuatl significa ”Casas Grandes”, se refiere tanto a la ciudad como a su área cultural específica.

Paquimé fue un asentamiento que influyó en el noroeste de la Sierra Madre Occidental, la mayor parte del oeste de Chihuahua y algunas áreas de Sonora, Arizona y Nuevo México. Los restos de esta ciudad testimonian el desarrollo cultural del norte del México antiguo y la perfección de la arquitectura de tierra de la región serrana de Chihuahua, una mezcla de las técnicas constructivas de Mesoamérica y del suroeste de Estados Unidos.
Quizás el aspecto más importante de Paquimé, situada en una región bastante árida, fue la construcción de enormes obras llevadas a cabo en las laderas de la sierra que impedían la erosión y que llevaban el agua a los terrenos de cultivo, que a su vez mantenían a esta progresista comunidad.

La ciudad estaba limitada por ríos y arroyos. El conjunto arquitectónico formaba una “U” invertida, compuesta por dos alas separadas por una plaza. En el ala oeste los edificios alcanzaron una altura de hasta siete niveles, de los cuales se conservan tres. Las construcciones principales eran palacios con habitaciones de adobe y ventanas en forma de “T”, equipadas con fogones y talleres para trabajar turquesa, concha y piedra. Asimismo había dos canchas de juego de pelota, una construcción de planta cruciforme que posiblemente funcionó como observatorio, basamentos para depositar a los sacrificados y edificios con planta en forma de ave.

Paquimé alcanzó su auge entre los años 1.060 y 1.380 d. C, pero después de unos 50 años de deterioro fue destruida y vandalizada por ignorados enemigos. Muchos de sus habitantes murieron aplastados bajo los techos de sus residencias y la región no fue habitada por gente agricultora hasta los tiempos de la colonización 

Bajo lo que hoy son vestigios de una antigua grandeza —comenta el experto— se encuentra un tejido histórico que comenzó alrededor del año 900 d. C., “es probable que Paquimé estuviera conformada en su origen por cuatro o cinco aldeas semisubterráneas, las que posiblemente fueron habitadas por clanes como los de la serpiente, del perico, entre otros, que después se convertirían en los linajes gobernantes de la ciudad”.

El intercambio de productos para esta época es un factor importante en su economía; aparecen además de las cerámicas locales, cerámicas procedentes de las áreas Anasazi, Mogollón y Hohokam del Suroeste de los Estados Unidos, así como también objetos ornamentales en concha que implican el inicio de contactos con grupos de las costas del Golfo de California.

Por ser más numerosos los enterramientos de esta época se deduce que la población se incrementó. Los cuerpos se depositaban en hoyos alrededor de la plaza o sur de la casa comunal, siempre en posición flexionada o semiflexionada con la cara vuelta hacia el este y las ofrendas que los acompañaban, en su mayoría eran vasijas.

Surgen nuevos implementos que denotan una tecnología más compleja y especializada como el hacha de garganta, los martillos, picos y machacadores que se les asocia al trabajo en madera y a la actividad constructiva, hallándose también objetos dedicados al trabajo de textiles y a la fabricación de petates se presentan otros dos elementos importantes que son los metales y manos de metate así como el arco y flecha que posiblemente se introdujo en la región para estas fechas. Y en lo que se refiere a la cerámica, ésta se diversifica en sus formas y decoración. Asociándose figurillas tales como los tambores de mano hechos en arcilla, a prácticas religiosas.

“Los clanes cumplían una función social, por ejemplo, el clan de la serpiente estaba destinado a tareas relacionadas con la canalización y retención de agua, la gente de la Casa de las Guacamayas se dedicaba a criar estas aves; asimismo en la Casa de los Muertos había más de 200 entierros de aves que fueron decapitadas con fines rituales”, precisa el director de la zona arqueológica e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Los cimientos de las “Casas Grandes”

Según se deduce de la variedad cerámica, por lo menos hubo cuatro o cinco migraciones o influencias a este lugar, provenientes tanto del suroeste de Estados Unidos como de Mesoamérica y del Occidente de México.
Influenciada por los pueblos mimbres del sudoeste americano, en Paquimé se implementaron unidades habitacionales de carácter masivo, tan fue así que una sola podía contener hasta 300 cuartos y para su apogeo, hacia los años 1200 de nuestra era, eran el hogar de aproximadamente tres mil personas. En este lapso se pasó de las casas semisubterráneas por las “tipo rancho”, especie de habitaciones apiladas con plazas internas.
Estas construcciones se “estrangularon” unas a otras y produjeron el tejido arquitectónico que es Paquimé. Las unidades se distinguían unas de otras por pasillos; así estos conjuntos ahora reciben nombres tales como las casas de los Muertos, de las Guacamayas, de la Noria, de los Cráneos, de los Pilares, la número 6, etcétera.

“Hoy por hoy —señala Gamboa en su ruta—, ustedes pueden ver hasta siete casas grandes, porque más que unidades fueron casas que tuvieron como elementos mínimos una plaza interna, pasillos y cuartos que podían ser de forma cuadrangular, rectangular, en ‘L’ o en ‘mariposa’, es decir, entrelazados. Esto hace suponer que la edificación fue planeada”.
¿Cómo ‘levantaron’ los paquimenses edificaciones tan complejas?, bien, empleaban madera para modelar los muros, los techos eran de vigas y tierra apisonada, de esa manera construyeron más de mil cuartos para dar forma a las “Casas Grandes”. A su vez, el sistema hidráulico que va desde aljibes, canales y acequias, hasta una laguna de oxidación de desechos, es una de las instalaciones más importantes.

Cerca del 70 por ciento del conjunto habitacional de Paquimé es lo que actualmente está excavado, anota el arqueólogo a la que vez que señala un lomerío cercano que representaría el otro 30 por ciento por explorar.
Alrededor de 950 d. C. se demolieron las casas semi-subterráneas y se inicia una nueva etapa constructiva, con elementos arquitectónicos distintos. Se construyeron casas rectangulares y al ras del suelo, unidas, formando conjuntos colocados alrededor de plazas, sin embargo la casa comunal conserva su forma circular.
Nuevos elementos se presentan para esta fase como cerámicas de Sinaloa, objetos fabricados en cobre, placas de pirita, así como cráneos humanos con deformación; todo esto indicando la llegada de gente probablemente venida del sur o sea Mesoamérica.
La presencia de la concha, que es usada para objetos ornamentales, es otro indicador del intenso intercambio que se realiza a larga distancia con grupos de la costa del Golfo de California.

Y por otra parte el comercio de la turquesa, que para esta fase es cada vez mayor su demanda y explotación en los centros productores de Nuevo México.
Puede hablarse entonces de un nuevo personaje en la sociedad del Período Viejo: el chamán que tendría un status especial dentro del grupo, y al cual se le atribuyen como posibles herramientas de sus actividades medicinales y mágicas, cristales de cuarzo y concresiones naturales. Apareciendo además pelotas de piedra (semejantes a las que usan los Tarahumaras hoy en día), discos recortados de cerámica (que todavía se ven entre los Pimas de Arizona y los Zuñi de Nuevo México), ligados a juegos considerados ceremoniales.

En términos generales la cerámica del Período Viejo no es muy variada en sus formas (ollas, jarros y cajetes) y su producción es básicamente doméstica, decorada en rojo sobre el barro, usando ciertas texturas y pintura para la decoración.

El ocaso bajo las llamas 

Resulta inquietante tratar de entender los motivos que llevaron a la destrucción de las “Casas Grandes”, fue por ahí de 1400 d. C., cuando su gente debió salir despavorida, yació bajo
las llamas o quedó entre los desplomes de techos y muros. Sin embargo, cabe anotar que tiempo antes, Paquimé había comenzado a ser desocupada y la población fue invadiendo áreas que antes eran usadas como espacios públicos y edificios ceremoniales.
“Dicho sea de paso, no todo el mundo murió en el incendio o se fue de Paquimé, sólo un siglo después de su ocaso, alrededor de 1560, cuando llegaron los españoles, éstos encontraron probablemente a los nietos de quienes habitaron ‘Casas Grandes’ antes de su caída. Estos descendientes se integraron a la nueva nacionalidad mexicana”.

En su charla por el andador de la zona, Eduardo Gamboa lanza una explicación sobre su decadencia: diversos sucesos llevaron a su sociedad a integrar una nueva práctica religiosa. La élite se encontraba entre la espada y la pared, “adoptar un nuevo sistema político religioso antes que morir en manos de los conquistadores y/o morir a manos del pueblo por traición a sus tradiciones religiosas”.

Los juegos de pelota, emplazados estratégicamente en los extremos norte y sur de Paquimé, y que corresponderían a una etapa posterior de su desarrollo —después de 1200, d. C.—, son representaciones arquitectónicas de este posible conflicto interno.
“Esto lleva a pensar que quienes construyeron el juego de pelota querían realzar su práctica en Paquimé. Imaginemos grupos vinculados al culto ancestral del águila y la guacamaya, animales que al mismo tiempo eran símbolo de linajes, clanes; obligados luego de un tiempo a realizar esta ‘nueva’ práctica que implicaba, entre otros aspectos, el sacrificio para la renovación del ciclo vital”.
“Mientras que las serpientes, los astros y las aves, no tienen implicaciones rituales complejas, la existencia de un juego de pelota tiene consecuencias gravísimas (ideas de vida y muerte, de seres del inframundo representantes de la muerte y de los cuerpos celestes, alusivos a la vida) para una organización tipo pueblo como lo fue Paquimé”.

Gamboa Carrera rememora que son varios los ejemplos en la historia de los pueblos del desierto, inclusive hasta el siglo XVII, que tratan de la destrucción de asentamientos enteros para evitar la contaminación de su cultura, Paquimé pudo ser un caso más. Tal vez las respuestas lleguen a la luz de nuevas excavaciones.



Fuentes: